Finalmente volvemos de nuevo a la carga. Tras un año con muy pocos artículos y 5 de sus meses completamente desaparecido, aquí estoy de nuevo. Me presento a ti buscando de nuevo un reencuentro cálido con la esperanza y el deseo de que los próximos meses volvamos a compartir opiniones y noticias de actualidad, además de música, cine... vamos, lo de siempre.
Llevaba unos semanas pensando en recuperar el blog y volver a escribir y así 'hablar' contigo. Pero tras pensar en infinidad de temas para recuperarlo, sin que ninguno de ellos me motivara lo suficiente, hoy, al despertarme, mi compañera de piso, Clara, me dio la noticia. La noticia que haría que mi blog resurgiera, que me abalanzaría sobre mi 'pluma de teclas' para escribir sin pensar, con el corazón, con sentimiento, como no siempre se puede escribir. Simplemente dijo 'Labordeta ha muerto'. De pronto, una corriente fría recorrió mi cuerpo, y me dejó petrificado, en silencio.
Después, cogí el pc y tecleé las 9 letras que componen su nombre en la hemeroteca digital que es Google... y hasta ahora. He visto y leído, revisto y releído, infinidad de historias, de poemas, de canciones, de ideas... Y tras todas estas horas, ya en mi cama, sólo puedo decir algo: se ha muerto un gran hombre, un hombre que deja en muchos de nosotros una gran huella y un gran vacío.
Recuerdo, con apenas nueve o diez años, descubrir con mi padre y de la mano de un hombre con bigote, bastón y mochila de piel, el país en el que vivía. También recuerdo la cara de mi madre emocionada cuando este orgulloso aragonés interpretaba en televisión unas canciones que a mi me sonaban a antiguas y a letras aburridas. Y ahora me emociono, me emociono al leer sus poemas, al recordar sus clases de moral en el Congreso, y al entender que, aquellas letras antiguas y aburridas, hablaban de identidad, respeto, ideas y libertad.
Qué solos nos has dejado Jose Antonio...
Vamos
a hacer con el futuro
un canto a la esperanza
y poder encontrar
tiempos
cubiertos con las manos
los rostros y los labios
que sueñan libertad.
Somos
como esos viejos árboles.